Este relato no tiene que ver directamente sobre la vida y obra del gran artista de la quebrada, de quién muchos otros entendidos de ella podrán hacerlo con todo el derecho que les asigna el conocimiento. Pero si mi mirada probablemente sea la descripción de lo que su obra genera en el otro, ese otro desprevenido y neófito en la materia.


En ocasión de la semana de los museos en Humahuaca, una amiga me dio aviso que el Museo en la Casa de Ramoneda estaría abierto a las visitas. Con muchísima ignorancia sobre lo que vería, pero siempre abierta a conocer rincones nuevos de mi querida quebrada, fui junto a mi esposo y otra amiga que pese a haber fijado residencia desde hace un tiempo en Uquia poco sabía del tema.

Cuando estuve frente a la casa mi sorpresa fue que tenía fotografías de su exterior, desconociendo que había en su interior, a pesar de que una pequeña placa insinúa algo con mucha timidez.


Nuestro guía Luis, hijo de Francisco RAMONEDA
Son muchos años que recorro la quebrada y puna, siempre diciendo lo mismo… es una caja de sorpresa inagotable, no sólo en sus paisajes si no también en su cultura. Pero pareciera que todo ello se guarda celosamente quizás por un instinto de conservación… por lo único que se justificaría. Ahora me pregunto… en el caso de los artistas no están siendo injustos?

Mucho pudor y culpa sentí cuando quién nos abre la puerta de la casa nos dice: saben lo que van a ver? Evidentemente nuestras caras traslucían nuestra ignorancia, por suerte, nuestra amiga en un rápido buceo interior del conocimiento atinó a decir… “pinturas”


Pinturas!!! que simple resulta la expresión después de hacer el recorrido por las salas de la casa, pero saben? a quién nos abrió la puerta… hijo del pintor, no le sorprendió, casi que adivino que para él es un juego, el juego de las sorpresas! y así disfruta viendo al visitante extasiado frente a cada cuadro tratando de armar entre balbuceos preguntas más o menos inteligentes, que simulen nuestra ignorancia.


La vendedora de quesos

Claro que uno puede ser muy ignorante y desconocedor del tema, pero frente a esos rostros que transmiten sentimientos tan profundos ¡se nos desnuda el alma! Y entonces nuestro guía nos suelta un “era reconocido como el pintor de rostros, cuyos modelos golpeaban la puerta de su taller por el placer de modelar para él”




Sentir que las pinceladas se ven como recientes y al expresarlo… es recibir la orgullosa respuesta “mi padre se hacía traer las mejores tintas y con ellas hacía pruebas de durabilidad antes de usarlas”


Entonces… ya de regreso a mi cotidianidad, mi reflexión fue que la particularidad del descubrir a este gran artista, es hacerlo desde la más brutal ignorancia y así sentir como su obra nos penetra y compromete con una realidad que traspasa el tiempo y el espacio

Relato: Patricia Tilio de Baspineiro – Fotografía: Pablo Baspineiro