El sol se guarda tras los cerros, y el dorado de sus rayos se derrama por sus calles. Bella y armoniosa luz resaltan paredes que cuentan historias de antaño.
Es fácil imaginar el andar pausado de su gente tras una jornada de duro trabajo en el campo, bajo un cielo tachonado de estrellas. Nada agrede nuestra vista, todo es de un bello color amarronado.



Con luna llena el blanco resplandece en el cielo sin competir espacio sobre las calles de tierra. Entonces todo armoniza, los sonidos callados, los pasos pausados, las acequias sonoras… y todo el conjunto llama al descanso.

Pero de tiempo a esta parte, todo el encanto nocturno del pueblo se trueca por lámparas de luz blanca como el hielo que enfría las pupilas. Y la calidez del dorado se trunca, y la historia da una vuelta de página.


Habrá voces que llamaran a esto avance, yo lo llamaría una falsa imitación de ciudad que en nada va con el progreso.
A que llamar progreso cuando este se lleva puesto la belleza del pueblo, que le fue dada por sus construcciones con historia y… el dorado nocturno de su iluminación




Y hoy es la iluminación y mañana será el tipo de construcción, todos ellos elementos que parecen irrelevantes, pero que en su conjunto hacen a la identidad del pueblo de Uquia y la comunidad debería proteger porque es su historia y cultura
Texto y Fotografía: Patricia L. Tilio de Baspineiro