Repasando fotos di con un tema recurrente… “puertas”, entonces me pregunté porque, sin mediar propuesta ellas siempre aparecían formando parte del cuadro. Alguna interpretación debería haber… cuál era su atracción… su magia… su secreto.

No es mi interés darle ninguna vuelta psicológica al tema… solo quisiera develar el poder de su atractivo… y entonces ensayo diversos motivos… como el ingreso y salida a lo privado… como el rodar del tiempo por la calle… como el juego de mi niñez en la vereda.
Reparo que NO son mis fotos las que le dan relevancia, por el contrario, ellas son solo un registro de lo importante que fueron y son para otras personas.
Y así encontramos las puertas que para los cristianos pueden ser antesala al cielo, aunque contrariando las enseñanzas de humildad, estas desbordan opulencia.

Basílica de San Pedro, Vaticano

De estas, rescato el magnífico arte que los hombres desplegaron en ellas. Como es el caso de las puertas del Baptisterio en Florencia concluidas al cabo de 27 años de labor por Lorenzo Ghiberti y definidas por Miguel Ángel como “La Puerta del Paraíso”
Así también encuentro entre mis registros, puertas que desde hace 2000 años quedaron entreabiertas, cuando una mala pasada del destino y las cenizas del volcán las cubrieron en Pompeya. Difícil se hace describir en palabras lo que produce verlas… para mi fue una definición exacta del sentido de la brevedad…

Y por supuesto, más cercanas a nuestra historia y nuestros afectos, encuentro las de mi amado norte. Las que franquearon el paso de nuestros próceres… las desde cuyos umbrales, vieron pasar gente noble y decidida cuando el éxodo jujeño.
Entonces noto que la belleza de nuestras puertas no es de valor monetario, muy por el contrario… la belleza de ellas está en su textura, porque como la piel de la gente nos hablan de tiempos difíciles… por su inclemencia… y sus carencias…





Nuestras puertas no supieron de ricos artesanos, ellas fueron talladas por el tiempo.
Nuestras puertas tienen sus venas a flor y los nudos de sus maderas, son sus callos.
Nuestras puertas saben de amor…saben del dolor en la despedida… y guardan luto encintando sus marcos de negro.
Nuestras puertas norteñas, son de texturas rustica y se visten con los colores de la tierra porque tienen raíces que han calado profundo en ella.
Texto y Fotografía: Patricia Tilio de Baspinerio